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la alienación en trabajo social

Capítulo IV

ALIENACION Y TRABAJO SOCIAL

            La ley de matrimonio para personas del mismo sexo cayó como un rayo fulminante para las profesiones sociales, particularmente para Trabajo Social. Por primera vez una ley irrumpe en nuestra profesión de manera tan abrupta y efectiva. A partir de esta ley todos aquellos que estudiaron la profesión con la convicción de que esta era una extensión de la vocación religiosa se enfrentan, en la historia de la profesión, con un conflicto ético, ideológico y moral. El Trabajo Social como cualquier profesión responde a las leyes estatuidas y no a las ideologías de sus profesionales, novedad impávida a nuestra profesión.

            Este quiebre pone en evidencia una situación histórica del Trabajo Social respecto a sus grados de alienación. Por un lado imponer la ideología sobre la teoría es vivida hoy por los aristotélicos tomistas como un conflicto de relieve. Pero esta situación no es ajena a aquellos que en su momento se alinearon a la reconceptualización y levantaron banderas marxistas o peronistas para el accionar, quedando en una situación semejante a la derecha cuando se impuso la dictadura militar de los setenta.           

Primer grado de alienación

            Dada esta posibilidad no resulta ajeno, entonces, establecer grados de alineación dentro de la profesión.  El discurso académico vive enfrentándose con la práctica cotidiana del trabajador social. Los estudios universitarios fideístas de tener algo que argumentar al colega de campo no ha dejado de encontrar permanentes enfrentamientos y desilusiones. Una profesión como Trabajo Social, eminentemente práctica y obligada a cotejar esa práctica con su reflexión empírica para dar lugar a construcciones teóricas, desalienta al profesional de campo a favor del trabajador de laboratorio quien esboza sus principios teóricos para que sean cotejados con la práctica. En vez que el intelectual de Trabajo Social se pregunte sobre el fracaso de la aplicación práctica de su teorización, exige del educando, practicante o profesional que modifique su accionar para que éste de un resultado acorde a la teoría. La situación en la investigación está invertida, la palabra praxis es una muletilla más que un concepto. No se elabora teoría de la práctica para cotejarla una vez más con el accionar para revisar la teoría, se impone teoría exigiendo al hacedor que demuestre que la teoría es correcta. El discurso académico desconoce la pregunta ¿Qué hago/qué pienso? Desconoce sobre todo que el pensar es un hacer y desdobla estas categorías de la acción. Los modelos de investigación del discurso académico, básicamente plagiarios de la sociología, carecen de sustento para el trabajador social de campo puesto que el primero obtiene generalidades mientras que el segundo trabaja con el caso. El trabajador social de campo no trabaja con la familia, la niñez, la adolescencia, la adicción, la violencia, etcétera, trabaja con esa familia, ese niño, ese adolescente, etcétera. “Caso” tiene para el discurso académico una connotación negativa y en su vez ubica situación. El profesional que aborda la tarea práctica se encuentra con el caso en situación o con la situación del caso, y aunque la terminología tenga arrastres positivistas o intenciones ideológicas fragmentarias de la realidad, el hecho es que de cualquier modo se trata del caso, concepto este que en vez de ser negado y expulsado debería ser reconceptualizado. Pero ocurre que revalorar la significancia del término pone en aprietos al discurso académico.

            Se intentó darle un contenido a nuestra profesión de diferentes maneras, leí de Krusse definir al trabajo social como una ingeniería social, de Follari como una tecnología, de Akin como una transdisciplina al modo de la medicina.  El esfuerzo de metafórico es valorable pero carece del sustento de la práctica cotidiana. Ubicarnos como técnicos, como compiladores de técnicas como ejecutores, arquitectos o ingenieros de las técnicas es, justamente el modo resistencial del discurso académico como adorna la fisura entre práctica y teoría. La indudable diferencia se produce porque el objeto de intervención del trabajo social se nutre de sujetos en sus distintas configuraciones vinculares, relacionales, estructurales. El sujeto y sus configuraciones no se repiten, mantienen su acervo de individualidad y particularidad por lo que una técnica aconsejada para un adicto dista de la misma técnica para otro. La clave de la intervención es el sujeto antes de la técnica. Ahora bien si el diagnóstico previo que posibilita la técnica es “la adicción” como un genérico se confluye en la orientación al fracaso, justamente porque de lo que se trata es del diagnóstico diferencial de esa unidad problemática antes del preconceptuar el qué y el cómo hacer. Dicho llanamente, el discurso académico indica la situación social, política, histórica sociológica que entorna un problema a intervenir, a la vez enseña técnicas para abordar situaciones dejando al profesional hacer elecciones diferenciales de aquellas de acuerdo a sus propias limitaciones o capacidades sin considerar que no hay situación social, política, económica, etcétera,  más que como tema sociológico pero no como tema propio e incito del trabajador social. El genérico no puede ser teoría de la técnica, es teoría del caso, del caso problema, del caso en situación. La metáfora transdisciplinaria comparada a la medicina es la más bella y generosa sin embargo la dificultad se presenta en el hecho que las ciencias que apuntalan al médico se retroalimentan de sí y a la vez necesitan del médico técnico que retroalimenta a la ciencia en su ensayo-error. Esta disponibilidad es posible ya que el objeto del médico es material, es el cuerpo biológico que funciona al modo de un mecanismo más en el conjunto de mecanismos y en cierto sentido, las ciencias exactas tienen asidero en este cuerpo que medianamente responde a las hipótesis fisiológicas, neurológicas, químicas. El cuerpo del trabajo social es psíquico, social y simbólico y justamente este cuerpo no responde a las ciencias auxiliares del trabajo social que; por un lado se retroalimentan de sí y por otro que no reciben en respuesta alimentación del trabajo social para aquellas. Si un trabajador social aplica la teoría sistémica e algún caso alimenta la teoría sistémica sin más. El trabajo social se enfrenta con la particularidad, no con el porcentual de una investigación y debe construir un genérico de cada singularidad al modo del pensamiento científico donde la técnica es aledaña, auxiliar al modo de intervención.

Segundo grado de alienación

            Ligado al anterior y a modo de causal el segundo grado es el ideológico. Instalar la ideología como previa al abordaje genera más que un beneficio un prejuicio puesto que aquí la dicotomía es demanda/satisfacción. Ubicar la demanda del lado del sujeto obliga al profesional a pensar por sobre sí, es reconocer la existencia del otro en situación. La demanda es del otro, la ideología a pensar es del otro. Si frente a la demanda el profesional se sitúa inmediatamente desde su ideología, a la demanda del otro se le responde con una contrademanda donde la satisfacción es del orden del narcisismo profesional. A un grupo religioso no se le puede imponer el control de la natalidad, a un grupo ateo no se lo puede excluir de esa posibilidad, a una pareja homosexual no se la puede privar de la adopción, sea cual sea la orientación ideológica del trabajador social. Por supuesto que el profesional orientará desde su ideología, pero se trata de acompañar no de imponer.

            El discurso académico es anómico, alienado y alienante producto de este segundo grado de alienación. Nunca se investigó el acierto y deficiencia de la aplicación aristotélico-tomista al nuevo giro teórico, del mismo modo los tomistas jamás consideraron los aciertos y deficiencias de la reconceptualización (a quien ubico como paradigmática del cambio en trabajo social latinoamericano), nunca se sumo o discutió nada. Se paso de Aquino a Foucault sin más, de la metafísica al materialismo histórico sin más, dejando la discusión del salto cualitativo a la filosofía, a la ideología y a la política. También aquí se jugo una lucha por imponer y no acompañar un proceso. En el medio queda el profesional de campo quien cree que debe tener una ideología, quien cree que debe militar la ideología que lo demanda en la acción. Y tras el profesional de campo el sujeto en cuestión a quien poco le importa si la culpa de su situación es por el sistema capitalista, la niña en cuestión a quien poco le importa que la tradición y costumbre de su padre tenga que ver con la violación, de los padres del muerto que poco le importa que el niño asesino sea un producto del imperio mediático o a los padres desocupados que necesitan alimentos y medicamentos de “derecha o de izquierda” pero de manera inminente. La inacción del profesional se liga entonces al nivel de alienación entre el que hago/que pienso y este último a la vez en pienso en la demanda del otro o en mi propia demanda.

Tercer grado de alienación

            Más hondo aún que los anteriores nos encontramos con este tercero. Lo indicamos de manera simple; muchos trabajadores sociales que trabajan en el área de vivienda carecen de vivienda y tiene que alquilar, los trabajadores sociales de la salud en carácter de contratados carecen de cobertura médica, algunos trabajadores sociales de familia, niñez y adolescencia que trabajan con la violencia intrafamiliar, con la adicción, el abandono suelen padecer en su propio seno de la violencia, abandono, o adicciones. Dicho ahora en complejo, el trabajador social no se mira a sí en el conflicto, rehuye de sí mismo como si la cosa social fuese un objeto extranjero, éxtimo de sí. Y de tomar conciencia del problema se autoderiva a un terapéuta de cualquier disciplina menos de trabajo social. El profesional entiende que su profesión no está preparada para abordar ciertos conflictos que sin embargo cuando se trata de otro si los aborda. De modo tal que la profesión queda ubicada como reservorio de los pobres (que no pueden acudir a un profesional competente y entonces deberán “bancarse” al menos malo de lo que les queda) o se ubica definitivamente como auxiliar de los psicólogos, psiquiatras y médicos competentes.

            El trabajo cotidiano del trabajador social es estresante, desgastante, desbordante, acuña una demanda imposible de satisfacer por la cantidad y calidad del problema, En algunas instituciones la demanda ahoga, neutraliza, promoviendo disyuntivas para el profesional que no sabe si cumplir con la patronal o con el sujeto demandante, teme por su puesto de trabajo, por su salario. Finalmente es una de las profesiones con mayor solicitud de licencias somáticas. Ahora bien, el profesional recurre al psiquiatra, quiere la pastilla, pero en sus casos suele derivar al terapeuta. ¿Cuántos trabajadores sociales asumen para sí lo que ven en el otro? Y en términos profesionales, se alienta a la grupalidad, a la comunidad, al esfuerzo mancomunado y sin embargo… ¿cuántos trabajadores sociales exigen en su institución formación, capacitación, supervisión, siendo que la posibilidad de simbolización es el aire y el tiempo necesario para salir de la vorágine? A este tercer grado de alienación lo establezco como el deseo es ser reconocido por el otro como deseante de mí, por lo que mi actuación me excluye para que el otro me incluya desde su deseo.  Consecuente este grado de alienación con la conceptuación de que lo social es lo objetivo, lo externo sin entender que lo social está tanto adentro como afuera, que el adentro se manifiesta afuera y que el afuera incide en el adentro. Finalmente que el trabajador social tiene mundo interno y que ese mundo interno es social.

 

 

Discurso académico

                       

Qué hago                                 qué pienso

 

Discurso ideológico                

                   

                             Demanda/satisfacción del otro   demanda/satisfacción propia

 

Discurso de reconocimiento

                                                                Deseo propio                deseo de ser deseado por el otro

 

 

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