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¿por que se estudia filosofía en trabajo social?

 

 ¿Para qué estudiar filosofía en Trabajo Social?

El discurso académico como discurso anémico

 

             La enorme cantidad de falencias en cuanto a la formación teórica, práctica, emotiva, que nos inunda día a día, deja expuesta la intervención en atolladeros siempre dificultosos de asumir. Mi crítica se dirige en forma particular al discurso académico, al discurso del “laboratorio” donde la práctica se engulle de la experiencia pedagógica cada vez más alienada del trabajo cotidiano creando distintos discursos tautológicos. Justamente, a aquel adentrado por su labor a la vida cotidiana de sí y de los demás se le pretende enseñar vida cotidiana sacada de libros y no del campo donde la pobreza, la enfermedad, la miseria, el cretinismo y la enfermedad mental lo rodean.

Insisto; lo siguiente apunta al discurso académico, no a los profesores ni claustros, en quien, de cualquier modo, no deposito mayor confianza, es al discurso académico en la cabeza del profesional diferenciado de aquel que horadando busca aquello propicio a ayudarlo en su ignorancia cotidiana.    

¿Para qué Filosofía en Trabajo Social?

            El discurso académico tradicional recita la filosofía de manera cronológica. Las ideas de los pensadores difícilmente se encuentren en contexto con lo social, político e histórico de la época. Es como una exposición de ideas que se enriquecen entre sí y otras que nacen sin saber desde dónde ni a partir de qué. La pedagogía tradicional monta una paradoja: los pedagogos tradicionales u ortodoxos enseñan sobre los filósofos de la continuidad y la totalidad de modo discontinuo y casi al modo del “evento” de los deconstructivistas. Enseñar no es dictar de modo cronológico la aparición de las ideas fuerzas y aprender no es recitar lo recordado del dictado.

            Para pensar la filosofía en Trabajo Social se hace imprescindible realizar las preguntas que nuestra profesión gesta a partir de su práctica. Y nuestra práctica es con el otro en situación, por lo que debemos preguntarnos por ese otro y por el valor de “situación”. La pregunta en la inmediatez está ligada al hombre dado que es el primer objeto de intervención, de intercambio y de relación del Trabajador Social[1]. La adhesión apodíctica a un pensamiento determinado obtura, por el contrario la práctica abre interrogantes buceando respuestas posibles.

Cuestiones:

1 Pensar al sujeto.

No es aceptable utilizar términos que remitan al sentido común. Sujeto fue tomado como sinónimo coloquial de individuo, persona, ser racional, agente, usuario, etcétera. Se hace imprescindible darle contenido al término y conocer la razón epistemológica que ahonda su uso. No haré el desarrollo sobre este término, en el libro Lazo Social II, en el capítulo “el sujeto de la educación y el sujeto del derecho no es el sujeto de la calle” he realizado un desarrollo sobre el tema y propongo sea puesto en consideración.  

El humanismo

Uno de los principales problemas con los que nos encontramos los trabajadores sociales son los nuevos paradigmas sociales y la posición que le cabe a nuestra profesión.

            El origen nos liga al humanismo, a la consolidación de la razón como instrumento opuesto al oscurantismo medieval. Aún con la herencia tragicómica de la caridad, de la beneficencia, de la buena voluntad, el arraigo a la razón obligó los primeros intentos de sistematización de nuestro quehacer. Junto al humanismo se desarrollaron las ciencias humanas y muchas fueron producto de la creación o concepción del nuevo pilar para el pensamiento: el hombre. Una nueva clase social adquiría el poder económico, la revolución francesa construía el espacio del nuevo mundo, Descarte y su cógito advirtiendo el advenimiento, Hegel y sus leyes de la historia, Kant sutilizando a la razón en práctica o pura, Dios muerto definitivamente por la pluma de Nietzsche, la transvaloración de la moral conducente a un nihilismo productivo, mostraban el final de un era y la llegada culmine del hombre.

Sugiero la lectura del escritor y magnífico docente José Pablo Feinmann asistente crítico para leer la filosofía  desde “el barro” como nos ofrece. He obtenido una síntesis parcial en su libro y como su escritura es más clara que la mía transcribo su interpretación: “Con Descarte, el hombre capitalista había conquistado su subjetividad, su pensar. Lo va asegurando con Kant, quien ya no recurre a ‘la veracidad divina’, pero postula inconquistable. Con Hegel, filósofo de la Revolución Francesa, la burguesía se apodera de todo el poder, se apodera de la cosa en sí. Marx expresa al nuevo sujeto que viene a cuestionar al anterior: el proletariado. Pero acompaña a la burguesía en la necesariedad de que esta conquiste el mundo, lo haga suyo, implante hasta el último rincón del globo el sistema de producción capitalista. (…) ¿Cómo la clase a la que Marx ha llamado no va a devenir? Ese devenir, para serlo, necesita un motor: ese motor es la voluntad de poder. Así como, para la ratio hegeliano-marxista, lo negativo era el motor de la historia, para la historia de expansión de la burguesía el motor de la historia son las sucesivas negaciones de la voluntad de poder. La voluntad de poder es siempre más porque deviene negando lo que meramente se conserva. La Historia, de este modo, la historia del capital imperial y financiero, deviene conscientemente (cogito) por medio de las negaciones que la voluntad de poder, en su constante crecimiento, ejerce sobre viejas formas históricas que solo se conservan y no llevan en sí la potencia del crecimiento. También deviene por la negación que la voluntad de poder ejerce sobre formas históricas a las que quiere aniquilar, devorarse en su crecimiento. Pero no hay aquí sujeto sustancial: como en Hegel, como en Marx. No hay sentido necesario de la Historia, no hay teleología. No estamos confundiendo la voluntad de poder con la dialéctica. Hay fuerzas guerreras. Hay voluntades enfrentadas. Hay búsqueda incesante del poder.”[2] 

El impulso de la razón, del positivismo y su consecuencia en las ciencias, particularmente la ciencia médica, innovó modos y disciplinas. Así la pedagogía se encargará de instruir al futuro ciudadano burgués, la psicología de corregir las desviaciones conductuales de éste, el derecho de dar encuadre legal al sistema, las políticas de salud pública, educación pública, leyes laborales que dan forma definitiva al estado. Se decreta el fin de la historia, final de los opuestos, el hombre ha llegado a la plenitud de su síntesis: el logos.

El Trabajo Social absolutamente inmerso y necesario en este proceso, de la mano de la medicina (higiene social), vacunando pobres para que no contagien ricos, controlando la educación para que el niño se produzca desde el modelo a seguir, aportando a los hospitales públicos para sostener la mano de obra sana y barata y vigilando que el viejo modelo -el padre amo- decline definitivamente a favor del padre estado; de resultas no es de extrañar entonces que nuestra disciplina se vea imbuida de conceptos tales como “adaptar, reeducar, resocializar, reencauzar, moralizar, controlar, vigilar”. Un soldado en el frente de esta transformación al ideal hegeliano.

            Esta impronta la llevamos hoy en día a modo de lastre sin ser excepción ya que toda ciencia surgida de humanismo lleva el modelo del sujeto racional, lógico, identitario a seguir y corregir en caso de desviaciones.

            De cualquier modo la profecía hegeliana traía desde su origen sus intersticios y fracturas. Marx anunciaba que las contradicciones no habían acabado y que la lucha de clases, motor de la historia, no terminaba de dar su salto definitivo. Freud postulaba al inconsciente como regente de la acción del sujeto y por sobre todo Nietzsche quien no solo anunció la muerte de dios, las trasmutación de valores, el aparecer del nihilismo sino y además invocó la aparición de un hombre distinto, el hombre dionisíaco. Este anticipo (que marginó duramente a los tres pensadores en el siglo XIX)  tuvo su resurgir no sólo por la revolución de octubre sino y principalmente por el devenir del nazismo. Por sobre las diferencias propias en los intereses capitalistas, el modo particular de acción racional, sistematizada, premeditada, planificada del genocidio (sin excluir el accionar “revolucionario” de Stalin y Mao), advertían el no fin de la historia, la no existencia del sujeto ideal, el fracaso de la homogeneidad. La historia atravesó la bisagra del paradigma de la modernidad y lo puso en cuestión. Aún que Marx y Freud fueron rupturistas racionales, su producción dio con un resultado antitético a la idea racional: el hombre no era centro del devenir sino parte de la masa proletaria organizada para uno; el inconsciente y sus regulaciones ordenando al yo para el otro. Luego de Auschwitz surgen los nuevos pensadores de la diferencia, la escuela de Frankfurt proponiendo al lenguaje como formador del sujeto, el estructuralismo destituyendo al hombre a ser un elemento más de aquella, el foucalismo situando la microfísica del poder develando, en uno de sus grandes trabajos sobre las cárceles y hospicios, como el sistema excluye todo aquello que difiere con el modelo burgués y racional. Se proclama el fin de la historia como historia unilateral, causal y lógica, como historia de los vencedores proponiendo la historia de los pequeños relatos, se proclama la muerte del hombre y ya no se trata de tolerar las diferencias sino de aceptarlas, asimilarlas y ubicar en el centro mismo de la existencia a aquellas. El centro ahora está vacío o en todo caso ubicando en él a la diferencia como paradigma.

El Trabajo Social con sus raíces en el humanismo labora para sí su posición ideológica, epistemológica y científica frente a la crítica posmoderna. En América latina tuvo su primer esfuerzo con la reconceptualización, adhiriendo al pensamiento marxista y actualmente influenciados por sobre todo por el pensamiento de Foucault se intentan nuevos desafíos en la intervención.[3]  

            En rigor, el Trabajo Social suma a la vieja u original concepción la nueva posmoderna. Karsz en su libro indica en relación a la caridad, la toma a cargo o la toma en cuenta “las tres figuras son constelaciones estructurales, ideales-tipo (Weber). No tienen existencia independiente una de otras, como si fueran universos estancos definitivamente asilados o aislables. Discurso, instituciones, prácticas y practicantes no se caracterizan por el poder único y completo de la caridad o de la toma a cargo, o de la toma en cuenta, ni tampoco por la omnipresencia de una y la exclusión radical de las otras.”[4] Pero la postura de Karsz no es ecléctica ya que “las prácticas no son cosas, sino procesos”. Frente a este desarrollo entendemos que el Trabajador Social se encuentra en una encrucijada cuando aborda al caso, al uno a uno. Evidentemente frente a la cuestión social como genérica resulta sencillo optar y definir, se trata de algo para atravesar desde lo ideológico, pero frente al sujeto violador, trasgresor de la ley, golpeador, violento, etcétera, ¿cómo nos ubicamos frente al otro?, ¿es efecto de estructura o le damos responsabilidad a sus actos?, ¿es un sujeto efecto de los condicionamientos o es un sujeto histórico? El descentramiento del sujeto lo deja con márgenes menores de responsabilidad, resulta entonces sencillo postular la disolución de los hospicios, la responsabilidad comunitaria frente a la anomia, etcétera. Para el Trabajador Social al lado de ese uno, a veces victimario y a veces víctima (y cuando escribo víctima no digo víctima de la sociedad sino víctima del otro que golpeó, violó, robó, ultrajó, torturó, estafó, etcétera), nuestro sujeto, aún sujeto del inconsciente, del lenguaje, de la estructura o de las vicisitudes del poder, ¿es protagonista o no de su historia?

            La gran contradicción para el profesional humanista en general y para el Trabajador Social en particular surge de conocer las consecuencias del homunculismo liberal enfrentado a la heterogeneidad del nuevo mundo. Esta heterogeneidad, respeto por las diferencias, las diferencias como centro de la historia, paradójicamente encuentra su máxima resonancia en el propio imperio. Las corrientes descentralizadoras resultan funcionales al mismo sistema que nos inunda de derechos humanos, conjunto de leyes y normas para el respeto del individuo y corsé liberal para los estados. “Si el existencialismo fue una moda, si el estructuralismo se acercó a serlo, el posmodernismo claramente lo fue y marcó una época. Tenía una ventaja sobre sus antecesores. No requería la angustia de sus adeptos, no buscaba los sótanos, ni las poleras negras, ni se obsedía por la nada, el absurdo de la existencia o su absoluta falta de sentido. No tenía las complejidades teóricas del estructuralismo. Aunque, heredero y plagiario de esta corriente, incorporó a varios de sus representantes como antecesores, lo que obligó a los ‘posmos’ a leer a Foucault, a Deleuze y a Derrida. A diferencia de Sartre, de Foucault, de Deleuze y Guattari ninguno de los posmodernos infligió a sus seguidores algún libraco imposible. Fueron libros escuetos, con frecuencia brillantes y nunca escasos de ingenio. El neo-liberalismo los utilizó y no casualmente. La posmodernidad sucedía a una época, la modernidad, caracterizada por los movimientos revolucionarios, las utopías insurgentes, el sentido de la historia y la fortaleza de las ideologías. De todo esto se postula su muerte. (…) La posmodernidad no hundía a nadie en la angustia ni exigía la entrega o el riesgo de la vida por alguna causa. No había causas.”[5]

            Un nuevo marxismo debería considerar que las contradicciones ya no ocurren entre los medios de producción y las relaciones sociales que de aquellos se generan sino entre los medios de comunicación y las relaciones sociales que aquellos generan, un nuevo sujeto histórico, el sujeto único, narcisista, cuasi dios, encerrado en su casa absolutamente alejado del prójimo pero como nunca relacionado con la humanidad virtual. “¿No ven acaso, a qué sujeto nos enfrentamos hoy? Mientras los filósofos post trizan, fragmentan la historia, mientras descentran al sujeto, el Imperio lo ubica más que nunca en la centralidad. Hay un nuevo sujeto absoluto. Si este trabajo termina con una idea fértil es esta: Hegel está de nuevo entre nosotros. El poderoso Rector de la Universidad de Berlín le ha entregado al Imperio Comunicacional el sujeto absoluto de la autoconciencia realizada.”[6] Feinmann le propone a sus lectores apagar el televisor del Imperio como Descarte lo hizo con el televisor medieval y ser “inexplicables”. Por mi parte le propongo al Trabajador Social que se ubique en la contradicción y no le huya a la coyuntura, la práctica será siempre nuestro norte o ¿por qué no decirlo?, nuestro sur a resolver.

Situación actual

            En el libro I del Lazo Social se lee: Aseverar la dinámica del diagnóstico es insuficiente. El abordaje del trabajador social suele ser sobre una “situación actual” lo cual relativiza doblemente lo dinámico de un diagnóstico. Es dinámico porque la realidad abordada se modifica constantemente, es relativo porque lo visto hoy puede no ser lo que ocurra mañana. Tanto movimiento genera un sin sentido o un imposible de realización del diagnóstico. Para sostener la dinámica del diagnóstico es necesario que exista un punto fijo que permita la observación del movimiento.  ¿Cuál es el punto fijo donde ceñirnos? o dicho de otro modo, el punto de vista teórico del profesional debe estar fijado, apuntalado, sostenido desde algún lugar.”[7] La llamada “situación actual” es un recurso teórico del Trabajador Social para realizar una descripción del momento que libera al profesional de todo error ya que lo observado allí y entonces, puede no ser aquí y ahora. A mi modo de ver debería erradicarse del Trabajo Social lo denominado “situación actual”. Sin embargo ya sea por uso o costumbre, ya sea por necesidad imperiosa de una descripción que urge la inmediatez, dicha conceptuación seguirá vigente. Ello no nos impide interrogarnos al respecto.

            ¿Cómo definir “situación actual”? Si la situación actual refiere a un sujeto condicionado por varios elementos, a saber: estructura, lenguaje, economía, semiótica, inconsciente, etcétera, podemos concluir que el sujeto es un elemento secundario del análisis al modo de las bolas de billar en el juego del Pool donde la determinación del movimiento no depende de cada esfera sino de la fuerza dinámica que genera la bola blanca y de los sucesivos movimientos de entorno del resto del conjunto. Pero el Trabajador Social se encuentra con el sujeto histórico en su aquí y ahora, es un sujeto que habla, piensa, reflexiona, duda, se obstina, siente, etcétera. A nosotros se nos genera una importante contradicción. Si el sujeto es efecto de estructura, efecto de lenguaje, efecto de relaciones de producción, etcétera, ¿hasta dónde cobra valor su individualidad y autodeterminación? ¿Tiene algo para decir de sí o lo que diga no es más que parte de una trama ya escrita? Un conflicto similar nos apareció cuando definimos al Poder como una fuerza autónoma al sujeto[8], donde nuestro interrogante sostenía si Videla, Pinochet, Hitler y otros eran inocentes por ser simplemente efectos de estructura. ¿Un golpeador, un homicida, no son responsables de sus actos por ser efecto de estructura? ¿La pobreza estructural aclara las conductas del uno? Foucault nos da una posibilidad frente a la historia allí donde en su desarrollo de la gnoseología enseña que las grandes historias han acabado y que ha comenzado la era de los pequeños relatos[9]. En este sentido, el Trabajador Social podría sentirse como un privilegiado para los pequeños relatos, mucho más pequeños que la historia de la sexualidad, de la fealdad, de la belleza, de las mujeres, de la locura, etcétera. Nosotros vivimos recogiendo pequeños relatos de cada sujeto o grupo familiar con quien nos encontramos y obtener de cada uno (al modo de: cada familia es un mundo), originalidades sorprendentes. La figura rizomática que nos proporcionan Delleuze y Guatari[10] podrían ayudarnos. Hay un historia horizontal en extensión que hace vínculo con historias vecinas y enmarañan un aquí y ahora difícil de distinguir en términos de causalidad. La razón de esta figura la sostenemos desde el concepto imaginario. No es novedoso para el profesional cuando entrevista a varios miembros de una familia como cada cuál cuenta la misma historia desde enfoques diferentes, no es de sorprenderse verlos anonadados ante cierta anécdota que para otros o no ocurrió nunca u ocurrió de otro modo. Escuchar la historia social o anamnesis de un sujeto o un grupo es dar con relatos imaginarios donde evidentemente la raíz o causalidad es inextricable y la figura del rizoma aparece casi evidente. Utilicemos nuevamente la figura del pool, cuando las bolas parten en diferentes direcciones, el aquí y ahora difícilmente registre las fuerzas dinámicas que determinan el orden del movimiento, parece como si todas se moviesen al mismo tiempo (con excepción de la blanca). Por otro lado, la bola número cuatro, como ejemplo, se mueve por el impulso recibido pero suma su propia resistencia hasta instalarse en un rincón o al lado de otro bola o ingresando en la tronera. Como sea no es inocente de su movimiento, hay un momento en su deslizar que asume la responsabilidad de su quehacer. Esa bola, en tanto analogía con el sujeto, es un sujeto histórico, es decir responsable por su quehacer aunque sea en parte. Preguntémonos por la bola blanca. En un esquema histórico, la bola blanca sería la protagonista directa del movimiento, la causa. Aquí nos encontraríamos con el sujeto activo y responsable o la bola blanca equivaldría al conjunto de fuerzas sociales que mueven a los demás participantes. En un esquema rizomático, la bola blanca queda fuera porque lo que se lee es el movimiento del resto de las esferas. Desde una perspectiva donde el sujeto es protagonista (bola blanca) la otra es efecto (bola de color). Esta disyuntiva la colocamos en el punto de intersección entre lo diacrónico y lo sincrónico. ¿Quién ocupa este punto de interjección? La posición antihumanista, en el sentido del sujeto descentrado, no debería colegirse contradictoria con el sujeto centrado, en todo caso la contradicción es de lógicas. Más cabe la posibilidad de imbricarlas en una tercera lógica paradójica donde ambas fueran aferentes entre sí. La solución con el tema del Poder arriba señalado la encontramos a partir del concepto narcisismo, el Poder ofrece al sujeto una serie de cualidades a cambio de que éste se ubique como ejecutor de aquel: ser, tener y estar a cambio del poder ejecutar. Esta transa entre el sujeto y la estructura del Poder propicia la aceptación de un singular como representante del Poder y en el peor de los casos (Hitler, Videla, Pinochet, etcétera) en creerse el lugar y la cualidad del sustantivo hecho verbo. Veamos esta posibilidad en nuestro tema. ¿Dónde ubicar lo narcisista? En el juego del Pool nos está faltando un elemento para el análisis. En rigor le hemos dado a la bola blanca el poder decisorio del movimiento del conjunto cuando en verdad la bola blanca no se mueve por sí sino a través de un hombre que la impulsa. Este hombre es la representación narcisista que buscamos. Sin embargo el punto de interjección entre la diacronía y la sincronía, entre lo histórico y lo rizomático, entre lo magmático y molar no es el narcisismo, se facilita por lo narcisista pero no lo es. El narcisismo, a lo más, demuestra la tergiversación de la lectura de una situación desde lo infuso o a modo de epifanía. El hombre detrás de la bola blanca sería Dios y desde ese lugar puede ser el creador de la estructura o el hacedor del conjunto. El punto de interjección no lo hallamos en el jugador, falta aún un elemento más para el estudio. El elemento es el taco. Quien en verdad mueve a la bola es el taco. El taco hace protagonista a la bola blanca y a la vez es protagonista del impulso externo que hace ejecución.

            La “situación actual” que describe el Trabajador Social la propongo como el punto de interjección entre lo diacrónico y lo sincrónico, entre lo social histórico y lo rizomático (historia social, anamnesis), entre el sujeto efecto de y el sujeto responsable de. Es el taco, aquel que desmiente el protagonismo de la bola blanca (la descentra) y que a la vez la hace responsable del andamiaje del juego (la centra). El hombre que está tras la escena es el Observador que, si cree que es él quien escribe la historia, es decir él es el jugador tras el taco, proyecta su propia subjetividad (intrasubjetividad), prejuicios, y moral sobre la escena. Quienes se percatan de esta posición/problema lo asumen como un tema central de nuestra disciplina. El montaje ideológico y la necesidad de instruirse al respecto también lo pondremos en el pupitre a modo de cuestión.

Lo ideológico y su importancia

La ideología retoma viejos vicios que hicieron mella y afectación en nuestra profesión. Sin embargo hoy vuelve como tema medular: “… es principalmente desde el punto de vista de las ideologías en juego que un problema se torna socialmente significativo y, por ende, tratable en términos de trabajo social.”[11] Ahora bien, el tema de la ideología se presenta como central en la formación no considerando, a mi modo de ver, que la ideología es muy importante incorporarla a condición de que esta nos sea útil como conocimiento de la ideología del otro. Así como Karsz plantea la ideología como un quehacer y expresa la carga ideológica de toda manifestación apolítica: “Primero, porque nadie ve las cosas según su antojo, sino de acuerdo con sus posibilidades, límites, conocimientos, dudas, ignorancias; de acuerdo con sus sentimientos, en buena parte inconscientes; todo ello en función de las ideologías a las que se adhiere, de las ideologías a las que cree adherirse, de las ideologías de las que no se sabe partidario, pero que sin embargo lo organizan y reorganizan sin ceses.”[12];  así también deberíamos pensar al sujeto con quien se interviene y considerar que la ideología que sustenta es motor, fundamento y razón de la estructura que lo sitúa. Si se observa lo antedicho, la ideología es importante pero no más que como dato colateral que aporta e impregna al diagnóstico, pero que no hace diagnóstico. Quiero decir la ideología participa como variable explicativa, justificativa del “estado” de situación de los interlocutores, más no hace otra cosa que adornar, vestir o disfrazar la estructura. La acción caritativa, la toma a cargo o la toma en cuenta dice de la ideología del interventor, dice más -sigo a Karsz- que el discurrir estereotipado de discursos hueros. La ideología es una incógnita develada en el quehacer y no una doctrina o posición a tomar. Del mismo modo, el otro ya sea por su pedido en necesidad, ya sea por su demanda o deseo también hace acto y funda el mismo en ideología.

            Deberíamos preguntarnos ¿qué quiere el Trabajo Social? porque ya sabemos que quieren del Trabajador Social. Del Trabajador Social se requiere la adaptación del otro, el silenciar al otro con un pedazo de pan, el barrer bajo la alfombra, el poner la cara en nombre de la institución gobierno para decir “no hay”, de ser el chivo expiatorio de las instituciones para justificar que los programas existen pero los profesionales son vagos, mediocres o llenos de desidia, etcétera.  A Mery Richmond le debemos el que haya querido sistematizar una práctica fuera del voluntarismo y que por ella tengamos profesión. Pero esa práctica fue para paliar, para generar placebo, para detener la revolución comunista. ¿Qué quiere el Trabajo Social para sus profesionales? Si no los quiere adaptadores, alienadores, sometedores, dóciles, se hace imprescindible que una formación ideológica los apuntale. Pero en el caso, en el uno a uno cuando el Trabajador Social se encuentra con el bebe violado por su padrastro y a punto de morir, cuando la niñita ha sido violada reiteradamente por los compañeros del curso superior de la escuela, cuando la madre aconseja a la hija tirar a la basura al neonato en una bolsa de plástico, cuando la abuela ha sido ultrajada por su nieto quien le roba 100$, la pregunta del Trabajador Social ¿qué hago? cobra dimensión porque la ideología no da respuesta a esa inmediatez. Y la ideología se quiebra en mil pedazos si además la fantasía recurrente se dirige a: ¿y si me hubiera pasado a mí, a mi hijo, a mi hija, a mi madre?  No sólo ¿qué hago?, ¿qué hago con mis sentimientos absolutamente opuestos a mi pensar ideológico? ¿Hasta dónde poner en juego mi tolerancia?, ¿mi interpretación social de los condicionamientos que hacen al sujeto? ¿Mis voluntades críticas frente al neoliberalismo, neo capitalismo, posmodernismo?  El profesional en tanto no un improvisado o no un compulsivo debe apoyarse en una teoría, que permita pensar el qué, más allá del acontecimiento y su impacto. No es lo mismo sostenerse en una teoría frente al terremoto del acontecimiento que a una ideología que puede transformarse contingente a la vivencia subjetiva del profesional.

El problema central del Trabajador Social no es la ideología, que el Trabajador Social tenga un problema ideológico con la ideología puede ser cierto, pero no es el centro de su razón de actuar. El centro está en la demanda del otro y el otro no pide soluciones ideológicas, demanda solución a “un algo” aunque ese algo también sea ideológico.

Dos ejemplos

El bigamo

            Manuel pide ayuda porque su casa se ha quemado en un incendio. Se envía al Trabajador Social a investigar puesto que hay niños y se pretende conocer negligencias o descuido que impliquen el bienestar de aquellos. La profesional en su indagación obtiene que Manuel convive con Clara y Felisa y que tiene hijos de ambas. El es proveedor del grupo. La situación constata que efectivamente las condiciones materiales en general son de una pérdida total tanto del inmueble como de los elementos internos de la casa. Por otro lado, el modo vincular del grupo parece ser aceptado por los mayores sin dificultad. Ambas mujeres comparten la crianza de todos los chicos y no manifiestan inconvenientes en compartir al hombre de la casa. Cada cual de las mujeres tenía su propia habitación que Manuel frecuentaba de manera alternada.  El recogía a los niños a la salida de la escuela y participaba activamente en las reuniones de padres cuando era convocado. El interrogante de la trabajadora social se impuso desde la ideología. No habiéndose manifestado ningún tipo de reparo en la convivencia y por el contrario mostrando los mayores su dedicación y cuidado a los niños la dificultad del informe reinaba en la forma de vida del grupo ya que el mismo debía ser entregado a un juez. En un grupo de supervisión las preguntan  resonaban sobre el futuro de los niños en lo social. Si la condición era amoral o no, si perjudicaría el desempeño futuro de los niños, el modelo identificatorio que ofrecían los padres. Toda la discusión giró en torno a la ideología del grupo, la ideología de la profesional, la ideología de la Institución y la ética profesional en cuanto al libre desenvolvimiento del sujeto.

            Como se observa el atravesamiento ideológico del caso es absoluto como consecuencia de la investigación obtenida hasta ese momento.

            El grupo se había ido a vivir junto a la madre Clara quien no pone impedimento en dar cobijo a las dos mujeres y sus hijos a condición de que Manuel no viva con ellas. Como producto de esta situación se obtuvieron nuevos datos a saber: el incendio había sido provocado por Manuel quien pretendía a través de dicho acto lograr que el gobierno le diera una vivienda. Las mujeres, probablemente envalentonadas por la madre de Clara, comienzan a manifestar el temor que cae sobre ellas en relación al hombre quien no sólo las amenaza sino que indica ser capaz de matar a los niños.

            Con esta nueva información el caso sale de la órbita de la ideología para ser pensada desde el ámbito de la teoría. Estar frente a un sociópata o psicópata cambia toda la perspectiva de pensamiento y si se pudiese argumentar alguna crítica frente al abordaje es que el profesional, quien no puede obviar lo ideológico porque está atravesado por ello, no debe obviar lo teórico. La brújula orientadora son interrogantes que apuntan a comprender el objeto que se conoce sobre el que se interviene.

Opus Dei versus feminismo

            Se presenta un conflicto judicial que cobra conocimiento público. Una niña de 12 años abusada por su padrastro ha quedado embarazada y se pretende la realización del aborto por solicitud de la progenitora en caso de que la situación se pueda encuadrar en el artículo 86 del Código Penal de la Nación en los puntos 1 y/o 2.  El juez convoca al comité bioético de la provincia para que emita opinión. El grupo permanente es nutrido por otros representantes nombrados por la autoridad judicial. Mientras el primero está conformado por médicos, psicólogos y un sacerdote el restante se configura de un juez en lo penal, una psiquiatra, una socióloga, una licenciada en filosofía y un trabajador social. El encuentro de este nuevo grupo genera discrepancias desde su inicio, el grupo permanente, más conservador y los nuevos integrantes más inclinados al progresismo. Aún que todos los integrantes se manifiestan con cierta neutralidad u objetividad se denota desde cada miembro posiciones ya tomadas.  El modo en que el comité indica trabajar históricamente sus casos implica una demora que generaría de hecho la imposibilidad de la interrupción del embarazo. Esto crispa las posturas en los integrantes. Por otro lado un grupo religioso se infiltra en el hospital donde la niña se encuentra internada (en complicidad con miembros del establecimiento) mostrando fotos y artículos que escandalizan a la niña y a la abuela presente para su cuidado generando una posición taxativa en ambas de no querer el aborto. Simultáneamente desde el comité bioético se filtra información interna que sale en periódicos de Buenos Aires casi al modo de una crónica fiel de la discusión. El trabajador social y la psiquiatra ordenados por el juez a participar del Comité son a su vez peritos de la causa.

            Como se observará el caso está plagado de ideología. La decisión final no contemplará, aún con la mejor intención del bien superior del niño, otra cosa que no sea una solución incidida por la ideología.

¿Qué posición le cabe al profesional? ¿Debe inclinarse por su ideología personal en cuanto al aborto o a pesar de ella debe ceñirse a las posibilidades teóricas de su profesión, a costa incluso, de que la conclusión atente contra sus creencias? La conclusión del peritaje del Trabajador Social dice: “Dado que la pobreza no es razón suficiente para justificar ninguna medida que atente contra la vida y considerando que la familia…  se encuentra económica y materialmente por debajo de un nivel esperado, pero bajo ningún aspecto desahuciado. Que en lo afectivo y constitutivo del grupo, si bien se observan disfunciones importantes que deben ser tratadas,  estas no implican una situación liminar para que, en caso de que Usía resuelva la continuación del embarazo de L, este grupo no sea un factor de ayuda cierta, de apoyo directo a la evolución de la niña y de su situación como embarazada y futura madre. Del mismo modo, si Usía resuelve la interrupción del embarazo, la condiciones socio familiares serán suficientes continente para la evolución de la niña. Por lo tanto las condiciones socio familiares pueden ser evaluadas de manera positiva como contenedor para la niña en cualquier situación que se produzca.” ¿Qué aspectos toma aquí el profesional? Elaboró el lazo social que el grupo establece con lo interno entre sus miembros y desde ellos hacia el afuera. Elaboró un diagnóstico diferencial, estructural tomando la vivienda como una escritura, las entrevistas con sus miembros, la elaboración del expediente y por supuesto las observaciones directas en cámara Gessell con la niña. Aporta al juez una posibilidad que no decide el conflicto jurídico, eso lo hace el juez; no parte de un posicionamiento ideológico que surge con este caso como un problema social a resolver en otro ámbito. La viabilidad o no del aborto voluntario de la mujer es tema de los legisladores y de la sociedad toda, no de esta niña como objeto de uso para la resolución o antecedente.

Retorno al Sujeto 

Veamos nuevamente la contradicción. Aquellos que arguyen realizar un corte en la realidad o detienen la película o han sacado la fotografía. Para el primer caso se hace necesario la investigación de la película, esto implica que situación no es aquí y ahora sino que es desde allá y entonces al aquí y ahora. Posición histórica causal ya sea deductiva o inductiva. Para quienes se sitúan frente a la fotografía, situación actual no implica una descripción detenida de lo que se ve en el aquí y ahora sino la inferencia estructural, semiótica, lingüística, económica que nos enseña porque la foto es así y no de otra manera. En el primer caso se adopta una posición totalizadora, lineal, identitaria, para el segundo se adopta una posición antihumanista a favor de la lectura de las diferencias. Para nosotros, la práctica nos interroga por la insuficiencia de ambas posturas.

¿De que sujeto hablamos cuando nos referimos al caso, al uno a uno? No hablamos de la bola blanca, no hablamos del hombre que juega, no hablamos de las bolas de color, hablamos del taco, del punto de encuentro entre lo magmático y molar, entre lo diacrónico y sincrónico, hablamos de los pequeños relatos. Es cierto que el uno no puede hacer nada solo salvo morir o en el mejor de los casos –y esto debería ser demostrado- como dice Sartre elegir nacer. También es cierto que existieron Moisés, Jesús, Mahoma, Galileo, Copérnico, Newton, Pasteur, Freud, Marx, Nietzsche, el Che, Gandhi, Hitler, Stalin, etcétera. Es cierto que son producto de su tiempo, sus padres, sus estructuras, sus circunstancias, etcétera y también es cierto que ninguno de ellos podría haber sido lo que su referencia indica sin una resonancia social que los acompañase. Pero también es cierto que ellos ocuparon el lugar y no otros. Uno podría preguntarse si de haber seguido Lenin vivo hubiera ocurrido el stanilismo. Una hipótesis posible es afirmativa, porque después de todo fue Lenin quien retornó la teoría marxista al humanismo, fue el quien concibió la idea del centralismo democrático y de la vanguardia del proletariado. ¿Y Trotski? Tal vez por su idea de la revolución permanente la historia se hubiese escrito con una alianza entre el eje y los aliados contra él. Pero todo esto es ciencia ficción histórica[13]. Lo que nos interesa acentuar es que ese uno condicionado no pudo no ser aquel y que fue aquel porque una fuerza social hizo resonancia a su propuesta sacándolo de sí mismo y colocándolo como sujeto al mundo. Tal vez fue la cara de Freud o la forma de vestir de Gandhi o lo que fuese su escritura o su recitar ideas  de esa manera y no de otra lo que provocaron la resonancia. Por supuesto que se puede decir que el sujeto estaba en el lugar y en el momento adecuado, pero además estaba él y no otro. Ese él es un producto social por lo histórico determinante y por la fuerza social resonante, pero sigue siendo él.  Del mismo modo, nuestro sujeto, el hombrecito objeto de intervención es un ser condicionado pero no deja de ser él mismo, con su historia pequeño relato y su protagonismo en el mundo con mayor o menor resonancia social, pero siempre con resonancia, más no sea en su grupo de pertenencia. Sartre decía algo así como: que hago con lo que hicieron de mí, haciéndome cargo por acción u omisión de mi quehacer. En síntesis, no hay sujeto hegeliano, pero tampoco hay no sujeto, existen sujetos varios como lógicas paralelas varias, existe el sujeto del psicoanálisis, el sujeto de la educación, el sujeto de derechos, el sujeto social, y también el sujeto uno: Juan, Pedro, María. Sujetos paralelos que en paradoja pueden encontrarse o a través del Otro social, de una fuerza social que los mancomune, sin que ello, pertenecer a la masa los desindividualice. Decir sujeto no implica un determinismo universal, implica a un elemento que se va construyendo en sus pequeñas elecciones. Decir elegir no implica libertad, no hablamos de libertad porque el sujeto elige desde el narcisismo, elige siempre lo que le conviene lo que se acomoda más sí decimos sujetos deseantes. Sujetos diferenciados –paralelos- capaces de construir pequeños relatos, por lo tanto sujetos históricos, sujetos con posibilidades de elegir como maniobrar con los determinantes. Decir histórico no lo transforma en universal, hablamos del uno trazando pequeñas historias que influencian en los otros y se deja penetrar por los pequeños relatos de algunos otros, haciendo nudos sociales que pueden transformarse o no en fuerzas sociales y allí en el anudamiento anula la paralela construyendo los puntos de encuentro. Sujeto que se construye desde su producción y creación que lo hace a sí mismo y en retracción haciendo sentido para sí.

Darwin logró diferenciar especies entre el reino animal e indico que cada especie que mancomuna elementos para ser nombrada así consta de muchísimos individuos. La diferencia nos coloca como únicos entre el conjunto de semejantes.

El Trabajador Social tiene como tarea apuntalar el deseo, en aquel que quiera marcar su diferencia, en aquel que pretenda la des-alienación para apuntalar su accionar en alguna fuerza social. Porque el sujeto, en tanto tal, en tanto sujetado, no puede ser solo. 

La democracia en la educación

La formación profesional también debe ser evaluada como cuestión. No debe confundirse democracia con eclecticismo. Ser democrático en la educación es dar un lineamiento definido que permita al alumno tener un palenque de donde tomarse, aún si ese palenque sirve para escindirse de lo enseñado. Quiero decir, enseñar todas las líneas de pensamiento existente para que el alumno elija es eclecticismo. Esta modalidad se ha generado por años dejando al alumno en una miscelánea imposible de salir, ya que tampoco se enseña como consensuar o como obtener síntesis que, por otro lado, ningún profesor realiza o no se enseña y, por ende, no se aprende a investigar. La formación se ve impregnada de la subjetividad del educador que enseña lo que sabe sin importar que otra cosa enseñe el vecino, lo cuál puede ser opuesto, contradictorio o absolutamente negador del primero.

Fui educado durante la dictadura militar, daré de ejemplo dos cátedras infames por las que tuve que pasar para recibirme: Servicio Social de Grupos, dictado por una “persona” que enseñaba que grupo era subversivo, que grupo era innecesario, que grupo al fin y al cabo era como “un conjunto de gustos de helados” (sic). Servicio Social en Familia, dictada por una señora delirante, incomprensible, enredada en neologismos ininteligibles. Pude deducir de su discurso la propuesta de abordajes para familias yanquis.  Obligar a una familia de 5 miembros que tenían una sola silla para sentarse y como alimento medio kilo de yerba, a realizar un roll play de cómo ésta se prepara para irse de vacaciones a Mar del Plata. Ambas cátedras fueron ideológicamente coherentes con el momento. Hueras de contenido, propia de una ideología sin ideología y carente de sentido social, aunque con un fuerte sentido de “reconstrucción nacional”. Considerar obligatorio dar otros puntos de vista (de lo contrario es adoctrinar al alumno), es considerar al alumno un cretino. Generar un lineamiento homogéneo que ayude a pensar la realidad cotidiana no es un atentado contra la democracia educativa, es jugar una apuesta al saber que, como todo saber, se mueve y modifica. Kissnerman armó una escuela de Trabajo Social en Río Negro, fundamentó la acción bajo la égida de la teoría de Pichón Riviere. Adaptada al Trabajo Social, lo que hizo fue jugar su apuesta y los formados por él y su escuela saben al menos como abordar un grupo.

Conclusión

            ¿Por qué debe enseñarse filosofía en trabajo social? Porque si la función del pensamiento filosófico no es sólo interpretar al mundo sino modificarlo, el pensamiento de la cosa recae sobre aquellos que interactuamos con la cosa. Nuestra práctica está llena de interrogantes que tienen respuesta en pensamientos ya elaborados pero también recrean interrogantes por la práctica misma que nos obliga a reconceptualizar y sobre ello a los filósofos a pensar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[1] Al respecto realice un trabajo sobre el sujeto de conocimiento, del derecho y de la calle en el Lazo Social II.

[2] Feinmann, José Pablo; “La filosofía y el barro de la historia.” Planeta. Bs. As. 2008. Pág. 275

[3] Parte de esta discusión figura en el anexo del libro dos donde se pone en juego la defensa a la razón por parte de Sebrelli en su libro “El olvido de la razón” y la continúo con el texto “Las lógicas colectivas” de Ana Fernández en el anexo 1 del presente.

[4] Karsz, Saul; “Problematizar el trabajo social”. Gedisa. Barcelona. Pág. 95.

[5] Feinmann, J. Op. Cit. Pág. 653

[6] Feinmann, J. ; Op. Cit. Pág. 788

[7] Marchevsky, C.: “Lazo Social I. Espacio. Bs. As. Pág. 49.

[8] Lazo Social I. Pág. 106.

[9] Foucault, M. “La microfísica del poder”

[10] Delleuze, G. y Guattari, s.: « Rizoma ». Pre- textos. Valencia. España. 1977.

[11] Kasz, S.: “Problematizar el trabajo social”. Gedisa. España. Pág. 50

[12] Kasz, S.: Ibídem. Pág. 46

[13] En todo caso una propuesta nueva para entender la historia desde la negatividad, entender como fue lo que fue desde lo que podría haber sido.

 

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